Él se inclina y hace el gesto para coger la maleta de ella, pero ella se la quita y se queda la maleta de vuelta.
«Gracias, pero ya la llevo yo» – Le dice Djenevah al chiquillo.
Y así andando con ciertas dificultades con el bolso y la maleta por todo el camino de piedras hasta la entrada de la puerta principal de la casa, antes de entrar ella aligera el paso y se yergue.
«¿De qué falleció? Moura García» – Quiere saber Djenevah.
«Mi, madre, murió de un fallo, muerte cerebral. Pero vamos, resumiendo, cáncer. Murió de cáncer, se le complicó » – Contesta Denzel.
CAPÍTULO 7
Abren la puerta y se plantan en un recibidor enorme circular de 180°. Con muchas molduras, papel pintado damasco, hay banquetas en forma de equis, mesas semicirculares.
Se ven espacios simétricos, bien proporcionados, columnas doricas y jónicas por varias partes, arcos de todos los tamaños organizados.
Mármol pulido, roble de pino lavado, paneles, tabletas, frisos, mosaicos. Lámparas de araña, más columnas jónicas.
Djenevah y Denzel caminan por el medio intentando ella no tocar nada, aunque mirándolo todo, no romper nada pero le cuesta andar porque entre que lo quiere mirar todo de reojo y que le cuesta seguir los pasos y el ritmo de él, a cada rato se le escapa la vista admirando algo aunque luego vuelve a querer disimular.
Llegan a la escalera de caracol con barandilla de hierro con ornamentos.
A lo alto de las escaleras aparece una chica joven negra de complexión normal tirando a delgada, es alta, tiene el pelo natural afro muy rizado, muy, muy rizado, un rizo cerradísimo.
Lleva puestos unos vaqueros ajustados terminados un poco acampanado oscuros de marca, unos botines gruesos con un poco de tacón cuadrado y un jersey fino oscuro también de media manga y cuello en barco, ajustado.
«Nos vemos luego. Tengo que irme» -dice el chiquillo disculpándose con la mirada.
«Si, Dennie, ya sigo yo» -dice la joven negra con una voz suave y melódica.
Denzel se va por donde han venido pero se va por unas puertas acristaladas que están a la izquierda de la puerta principal.
Djenevah sube las escaleras hasta estar al lado de la joven, que la saluda con un movimiento de cabeza, aparecen en un pasillo cuadrangular con grandes ventanales en la pared derecha flanqueado con columnas jónicas y en la otra pared hay nichos con esculturas en alto relieve, el suelo y el techo abovedado con pinturas y dibujos geométricos.
Cuando llegan al fondo pasan una doble puerta altísima, las abre cada una a cada lado llegando a una sala de juegos con billar, dardos, mesa de póquer, una barra de bar, sillones, un proyector y diferentes juegos de mesa.
No sé detienen ahí, sólo lo atraviesan. Llegan a otras escaleras ésta vez de madera con barandillas gruesas de roble.
«¿Tú eres también, su hija? Osea, de, de Moura García»- indaga Djenevah.
«Oh, sí, perdona (se da la vuelta, le da la mano, muy seria) Soy Susan Heliodore Killack García. Soy la primogénita.» – Le contesta cortés.
Aparecen en otro recibidor con un estilo totalmente diferente, hay mesas de té con las patas adornadas de león, al otro lado otra barra de bar mucho mas sofisticada, hay un piano de cola, un arpa mediano, un saxofón, un bajo, un violín, un clarinete, etc, etc; casi cuando están acabando ése recibidor que es un poco más pequeño que los anteriores, Susan abre una puerta acristalada corredera a mano izquierda y salen por un balcón.
Djenevah se queda parada observando la vista en general, abajo, a un ladito, ve una pista de tenis y lo que parece un campillo de golf.
Djenevah fijándose mejor en el balcón con curiosidad inocente e infantil.
«Da la vuelta al piso. Sólo a este piso. (Se ponen en marcha otra vez hacia la derecha, hacen una especie de camino recto, como de 90°) Le aconsejé a mí madre que lo pusiera en los cuatro, pero, no me hizo caso (Susan se encoge de hombros, pero se pone muy seria).
Llegan a una parte entera con puertas acristaladas tanto de alto como de ancho, con manillar, Susan las abre enteras de pared a pared porque son plegables.
«Éste es tu cuarto, el tiempo que vayas a estar aqui. Ahm, si sigues el balcón hacia allá (señala con las manos hacia la izquierda) hay un baño, por si quieres, refrescarte, no sé. (Antes de irse hacia dentro de la habitacion, por otra puerta interna que parece más principal) Cenamos a las ocho, mandaré a alguien para que te acompañe. Por si acaso, y, ahm. Bienvenida.
Susan se va. Djenevah se queda quieta parada casi sin pestañear un rato. Después suspira hondo, se pasa las manos por la cara y la cabeza. Camina despacio por toda la habitación muy seria tocando algunas cosas. Después se pone a sacar su ropa y a colocarla en el armario.
CAPÍTULO 8
Djenevah sale de la bañera de ese cuarto de baño tan lujoso, elegante, con mármol de carrara. La bañera no está integrada, tiene un acabado sinuoso y patas largas y estilizadas.
Hay cuatro dovelas que tienen a lo alto colgando de una claraboya una especie de tela de gama que cubren la zona de la bañera.
Coge un albornoz, se lo pone y se sienta en el tocador, con una toalla se seca la cabeza, se hace un nudo con la toalla en el pelo, y con otra toalla se seca el cuerpo.
Después saca su neceser y rebusca en él, extrañada. Djenevah abre una ventana espejo de cristal que por dentro se ve hacia fuera pero de fuera no se puede ver el interior.
Cayendo en la cuenta «Jesusín, me cargó en tu», hace un gesto de fastidio. Así que saca de uno de los cajones una crema hidratante corporal normal y se la echa.
Se seca más el pelo con la toalla, maniobrando un poco, etc. Se viste, y en un mometdado mira a su alrededor buscando algo.
Ahoga un grito – «Mierda, mierda, mierda», se lleva las manos a la cabeza, a su pelo.
«Vale, tranquila, está casa es grande, vas a tu cuarto y buscas la, maldita peluca. Rápido».
Djenevah va andando despacio hacia la puerta.
«No va a haber nadie» – susurrándose a sí misma, súper cautelosa y sigilosa.
«No va a haber nadie, no va a haber nadie, no va a haber nadie» – coge el pomo muy despacio, está dando la vuelta al pomo muy despacio atenta a ruidos fuera, se medio agacha.
La puerta se abre de golpe normal, Djenevah pega un grito y la persona que tiene enfrente, que ha abierto la puerta también grita.
Las dos gritan otra vez del susto.
» Pero qué coño» – Soltó Djenevah.
«Lo siento, perdona. Es que, parecía que tenías problemas para abrir la puerta».
Se calman un poco. Djenevah se fija en ella, es una mestiza oscura con rasgos asiáticos, sobre todo la forma de los ojos rasgados pero son de color claro, del mismo color que Denzel, pero esta chica tiene la nariz chata africanizada y labios carnosos. Su pelo es liso, muy liso, oscuro y es media melena. Es delgada, alta, y tiene un timbre de voz agudo característico inocente e ingenuo. Lleva un vestido triangular en forma pero con dibujo de cuadros, unas medias tupidas y unas botas altas hasta el gemelo.
«¿Y qué, qué haces aquí?»- Se sorprende Djenevah.
«Acompañarte, para cenar» – Contesta con una gran sonrisa.
«Si, si, pero ¿cómo has sabido dónde estaba? ¿Cómo has sabido que estaba aquí, en el baño?» – Dice Djenevah.
«Mi hermana» – Contesta
«Esta casa es muy grande, podría no haberla hecho caso» – Disimula Djenevah.
«Pero sí la has hecho caso. Preguntando. Seguridad, me lo ha dicho, vamos» – Tranquila, despreocupada y hasta curiosa contesta la chiquilla.
«Espera, espera, ¿seguridad? ¿Es que hay cámaras aquí?» – Se asusta Djenevah.
«Entre otros chismes tecnológicos, sí, es normal» – muy serena.
(Aludida y escandalizada) «¿En el baño también?» – Dice Djenevah.
Akane se ríe » Qué bueno, qué graciosa eres. En el baño no hay cámaras, ni en las habitaciones, aunque hay otras cosas como sensores, y chismes, pero cámaras no. Solo tenemos en algunas zonas comunes. Venga, vamos, debes de estar hambrienta» – Empieza a caminar Akane.
«Si, la verdad. Pero, bueno, es que, quiero, tengo que pasar antes por, por mi cuarto».
«Ah, vale, pues te» – Ya estaba cogiendo rumbo al lugar.
«Sola, porfa, si puede ser» – La interrumpe Djenevah.
«¿Porqué? ¿Para qué?» – Extrañada dice Akane.
(Instintivamente se toca la cabeza, los pelos) «Pues, es que, tengo, que coger, una cosa» – Dice Djenevah.
«Primero a comer, luego ya vienes y coges todo lo que quieras» – Le pasa la mano por el brazo de forma amistosa Akane a Djenevah.
Djenevah se rinde y se ponen a caminar por otros sitios de la casa. Lo primero que hay nada más salir del baño es una especie de patio sin techo propio sino que se extiende hasta una especie de techo de cristal o vidriera, con una fuente en medio y el camino de piedras naturales redondeadas fijadas inamovibles después pasan por un pasillo dejando cuartos cerrados a uno y otro lado, siguen por el recibidor de esa planta, que Djenevah reconoce bien.
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