Cortos De Tinta: Nueve Lineas (5)

Capítulo 3-¿Quién?

Han pasado seis meses desde que Marta Ainy Cassidi salió del cementerio de un barrio de Washighton.

Volvió a ser una niña un poco menos feliz. Empezó a apuntar lo que recordaba de Suráfrica, su vida en ella, como si de un sueño se tratará.

Apuntaba en la misma libreta lo que hacía cada día, y se la llevaba a todas partes, apuntaba constantemente.

Había un par de cosas curiosas: Había muerto. Y vuelto a vivir, sus padres eran los mismos, y sus hermanos, estaba más unida a sus mejores amigas, que eran las mismas, y a las que no les había pasado nada.

Nadie recordaba a Martín, y aquella tarde. Oficialmente figuraba que le había dado un paro cardíaco hace un año, pero en Washighton, y no le pasó nada extraño.

Había tenido muchos momentos felices e importantes con sus familiares desde entonces, iba al colegio con sus dos mejores amigas. Casi se había olvidado realmente de aquel suceso.

Sólo algunas noches cuando despertaba sobresaltada sin saber porqué; e iba a la habitación de sus hermanos, y asomaba la cabeza por la habitación de sus padres; y finalmente iba al despacho donde estaba el ordenador.

Ahí buscaba testimonios de personas que se habían despertado en otros lugares y en otros tiempos. Había información relacionada con la psicología pues algunas personas afirmaban que eso es lo que les había pasado y finalmente no era cierto.

También otro tipo de fenómenos pero que no tenían muchas cosas en común con lo que la había pasado supuestamente a Marta Ainy Cassidi.

Cuatro meses más tarde en una de esas noches de investigación, encontró un artículo cosmológico que hablaba de unos experimentos realizados que trataban de unas ondas ultravisibles y sónicas que afectadas a ciertas personas provocarían una especie de lapsus espacio temporales a través del proceso de la muerte, y resurrección de esas mismas personas.

Era muy corto y su autor había muerto, suicidado por una degradación de su esquizofrenia. No había nada más. Eso era todo el artículo, y todo lo que encontró al respecto.

Marta se preguntaba sobre su propio caso, ¿Qué la había pasado? ¿Había muerto realmente? ¿Había sido mentira toda su anterior vida?

Buscó si en Suráfrica, en su región había habido un fenómeno atmosférico de consecuencias graves.

Efectivamente unas ondas medio sismicasasolaron su pueblo de Suráfrica el día que ella murió, a esa hora, no se había encontrado la causa de ese fenómeno geológico, y las gentes del pueblo, parecían no acordarse, una niña había fallecido.

Solo una, de doce años en un cruce con su bicicleta.

No había ninguna foto de esa niña, a la que tampoco le figuraban familiares.

El hombre del artículo había dejado familia en New York. Así que un buen día de Diciembre de 2006 con Susana Fernández y su otra mejor amiga fueron en bus, tren y metro hasta la gran manzana de la quinta avenida, donde vivía la viuda, que también era reportera.

La contaron que era un trabajo de ciencia, de la asignatura de Cosmologia que les habían mandado del colegio y habían elegido ese artículo porque es el que más interesante les pareció, y querían un poco de información de más de la mismísima base originaria del argumento.

La viuda no mostraba mucho interés por la noticia ni por su contenido por el simple hecho de que nadie creyó a su marido ni le hicieron caso alguno, por su diagnóstico.

Sus dos mejores amigas sacaron muchas fotos de la viuda de la casa.

Ella usaba la fotocopiadora y hacía copias de un montón de teorías científicas secretas, con testimonios de gentes importantes, grandes economistas, astrónomos, biólogos, químicos, astronautas, incluso ministros de Defensa, ingenieros en telecomunicaciones, con teorías fundamentadas, planes específicos, estadísticas y datos.

Que afirmaban que había un gran proyecto que incluía al estado por la teoría del poder de teletransportar a las personas, para hacer un estudio de las condiciones físicas de esas personas debido a los saltos moleculares espacio temporales que soportaría, cómo les afectaría psicológicamente, si sería económicamente rentable y que función tendría en esos diversos lugares la persona elegida. Un estudio completo en todas las áreas posibles.

Casi no creía nada de lo que estaba viendo pero aún así Marta Ainy Cassiddi seguía traspasando información, haciendo copias, en papel y en forma de datos digitales en su tarjeta gráfica, en un USB, etc.

En un momento dado, cuando ya estaban terminando, se abrió la puerta principal, Marta Cassiddi escucha la voz de un joven, hablaba con la viuda, y era el hijo.

Sus mejores amigas se reunieron con ella, al estar en otras zonas de la casa ellas sí le vieron llegar y hablar con la madre, al parecer le conocían de algo, se lo dijeron a Marta cuando se juntaron, el muchacho tiene 22 años y las suena de una facultad que hay al lado de la casa de Marta.

En cuanto empezó a escuchar su voz, la voz del chico, a Marta le dió un dolor de cabeza muy focalizado, casi como un golpe, pero persistente.

– Oh, no (dice Marta).

Ahora en compañía de sus amigas siente, además del constante dolor de cabeza, que no puede moverse.

– Oh, no, qué, ¿Qué pasa? (Se sobresalta Susana Fernández).

A Marta le da otro golpe en el corazón que la medio dobla en dos, hace que se doble.

– Es él (dice en susurros).

– Qué él (Se miran las dos amigas por un momento) ¡Ostia puta, ése él!

Marta siente como se empieza a quedar sin aire.

– Chicas, prometerme una cosa, que me recordaréis (recalca muy ansiosa Marta)

– Pero ¿qué dices? ¿Cómo puede ser él? (Se asusta Susana).

-Prometérmelo, recordarme y buscarme. Por favor (insiste Marta).

Con cada paso que da el muchacho, que se está acercando con su madre, la cual le está explicando que tiene visita, Marta se siente más débil.

– ¿En serio vamos a verlo de verdad? (Se horroriza la otra amiga).

:- No, espera, algo podremos hacer, no sé, corre o escóndete (dice Marta buscando con la mirada algún lugar al que ir).

Las dos amigas la tienen sujeta, y por un momento se la quieren llevar.

– Oye no, mira, la madre sabe que somos tres y a ver si la vamos a liar y va a pensar que estamos haciendo algo raro, y no estamos haciendo nada taaan raro (dice desistiendo Susana).

– Ya, si es que además no puede moverse de verdad

Ya la respiración de Marta se recrudece con más intensidad justo cuando aparecen enfrente de ellas, la mujer y el hijo, un chico muy alto, castaño, con el pelo largo y con gafas.

– Perdonar, señoritas, éste es mi hijo, Mhico,

– No puede ser él, no se llama Martín, ¿me oyes Marta? (Gritaba Susana).

Marta lo escucha todo como si llevara cascos antiruidos, apenas en un hilo, sólo puede acordarse de la madre y el chico acercándose a ella al ver que le falta oxígeno, haciendo intentos y aspiraciones para poder respirar, tiene la mirada perdida y un color muy extraño en la cara.

Lo último que ve es la cara del muchacho antes de perder el conocimiento, y la vida.

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