Periplos. MATOSINHOS

Salimos de casa a las 10:30 de la mañana. La meteorología procnosticaba todo horrible, en la maleta tamaño mediana más bien tirando a pequeña había un par de faldas y un par de medias nuevas que decían ser mullidas por dentro y aguantar, por si acaso llevé un par de pantalones cortos, por si el tiempo daba tregua en algún momento y unas sandalias de buen tiempo, pequeñas cositas que de sobra cabe decir que no fueron muy buena idea.

Según vas saliendo de España y acercándote a Portugal si uno se fija se aprecian pequeños cambios, se nota algo diferente aunque no se sepa qué exactamente.

Las carreteras mejor asfaltadas, los letreros direccionales con letras mas grandes, los colores cambian, hay un par de señales digitales con el cambio de hora, cada poco hay zonas de frenado de emergencia, y varias torretas seguidas con sensores y cámaras para el control de velocidad.

Tardamos cinco horas y pico, con viento y un poco de lluvia.

Matosinhos es una ciudad portuaria y pesquera que cuenta con muchas playas preciosas, que está en Oporto.

Se encuentra en la desembocadura del río Leça las primeras referencias conocidas a Matosinhos se datan del s.XI, llamándose Matesinus.

Fue asignada como villa en el s. XIX, concretamente en 1853, no fue hasta 1984 cuando se la otorgó la categoría de ciudad.

Era una tradicional aldea de pescadores donde se extraía sal y hoy en dia es el puerto pesquero del país beneficiándose de una industria desarrollada de conservas, metalmecánica y transformación de madera.

A la ida paramos en un pueblo de Zamora, ya a poco de pasar a Portugal, siendo lunes por la mañana estaba todo cerrado pero hacen unos bocatas de carne y queso que están para chuparse los dedos, en el único bar que encontramos abierto.

La gente conduce con más descaro pero aún así con respeto, la sensación con los demás conductores es diferente, te pueden dar las luces como mucho pero no están dándole con el claxon a casa cosa q pasa o cada vez que hay tráfico.

Los lugares, las ciudades no tienden a la idea del rascacielo ni de hacer todas las casas iguales, el cemento gris o la piedra clara forman parte del lado arquitectónico de los lugares de interés turísticos, o el casco histórico.

Oporto es majestuosa, todo está pensado a lo ancho, se come deliciosamente, la repostería es exquisita, y las carnes son muy tiernas, elaboración propia artesanal prácticamente se nota en todo lo comido, incluso en las gasolineras.

Con tantas horas de conducción a la ida que llovió, se hicieron tres descansos.

La idea del primer día fue dejar las cosas en el hotel, llegamos a las cuatro de la tarde, e ir a dar una vuelta a pie para familiarizarnos con lo que hay cerca del alojamiento, descubrimos un convento muy bonito en el que todavía habitan las monjas.

Parte del puerto de pescadores. Compramos algunas cosas en un supermercado de ahí y las cenamos, luego fuimos a tomar algo en un bar que estaba a punto de cerrar.

Con este tipo de temporal, optamos por no coger el coche, así que se dejó aparcado justo al lado del hotel. Eso sí, nos equipamos con guantes, bufandas, gorras y gorros, paraguas y calzado cómodo, unas botas acolchadas por dentro y que sirven para la lluvia.

Despues habría que decidir qué cosas se quieren ir a ver, mirar las actividades y hacerlas y a por lo siguiente, para eso utilizamos el movil y miramos un poco las cosas que hay en la ciudad, y escogimos ya que no sé podía andar paseando para conocer y ver qué te depara la ciudad porque a los tres segundos te llovía un poco bastante, salías volando por el viento o caía aguanieve.

Así que al día siguiente, Martes, empezamos por el Museo de la Memoria ha sido de lo más bonito y conmovedor, donde nos emocionamos muchísimo, pagamos un euro por persona, desde fuera parecia pequeño pero una vez dentro fue asombroso.

Sin saber nada de portugués, entendimos bastante bien las explicaciones de las guías, y ellas tambien nos comprendían curiosamente.

Las guias nos ponían en antecedentes de cada sala y luego nos dejaron solos por cada espacio, tuvimos una experiencia inmersiva con gafas de realidad virtual, nos sentimos muy acogidos y fue toda una experiencia emocional.

La última sala estaba dedicada a las personas que perdieron la vida en la mar, con un mural hecho de resúmenes de las historias de varias personas que cuentan éste horror.

Un video de personas que saben de la historia de la ciudad, o parientes de esos trabajadores del mar siendo entrevistados, y al lado un estudio fotográfico donde se te hace un escaneo en 3D, para hacer una réplica en miniatura de esas personas que dieron testimonio, e incluso de los guías turisticas que nos atendieron.

Después en la Lonja vimos gallinas, vivas.

Tenían la parte del mercado en el medio y luego a los lados tenían diferentes restaurantes para que se compre, se lleve al restaurante y allí se te cocine lo que has comprado.

Entramos un poco tarde, cuando ya estaban medio recogiendo, y los precios nos parecieron bastante competentes.

A continuación hicimos un recorrido por la playa, chiquito, con el coche, aparcamos en un sitio y de ahí fuimos caminando, paraguas en mano por tramos, nos llevó a un fuerte, que imaginamos que era donde encarcelaban a los prisioneros de guerra de combate real; está muy cerca del mar y el faro (que habían cerrado por el temporal, y sí las olas estaban un poco embrabecidas).

De varias alturas, con cañones y en otro lado las celdas, hubo un area al que no se podía entrar porque serían las oficinas administrativas ahora de los que gestionan eso.

La entrada fue gratuita.

Luego al SeaLife, que es pequeño, de trayecto corto, no hay muchos animalitos, y es muy caro.

Eso sí la entrada es para todo el día, con una función a las cuatro y media de la tarde y otra seis menos cuarto, aunque cerrara un poco más tarde de esa hora.

Nosotros hicimos el recorrido, tienen una parte ascendente central que es como el mismo acuario y por lo que puedes ver desde cualquiera de los tres pisos y en la última de esas plantas era la funcion de las cuatro y media de la tarde, que fue la que vimos asi ya aprovecharon y nos explicaron en inglés y en portugués cosas de las rayas, dieron a los niños y a los no tan niños un puñadito de comida para tirarla todos juntos a la vez y ver el espectáculo de cómo se mueven los peces para ir a por el manjar.

Lo que menos nos gustó fue la función de los pinguinos, porque era en exterior, y claro la lluvia estaba medio presente, era un circuitillo medio con dos partecitas, una abajo y una arriba para que los pingüinos pasaran e hicieran sus ademanes, pero en vez de eso el espectáculo era ver cómo los monitores les daban de comer mientras nos explicaban el nombre de cada animalico, algo que tambien estaba en unos carteles informativos, tambien nos contaron que tienen unas pulseras de un determinado color si son machos, otras si son hembras, nos comentaron además que están acostumbrados al frío y que les dan de comer tres veces al día, sin embargo no hubo ninguna pirueta, ningún truquillo, no había agua en la piscina para que fueran los pingüino, ni siquiera les hicieron ir de una plataformita a la otra. Nada.

Los pingüinos monísimos, eso sí, ya verlos es algo muy bonito.

Igual teníamos expectativas un poco altas, sobre todo cuando no terminamos de estar de acuerdo con el uso de animales para atracciones turísticas en vez de en libertad en su hábitat natural.

De ahí con unos vientos elíseos que nos hicieron pasamos por un centro comercial muy característico, que era también bastante grande, cerca de nuestro alojamiento, el Norteshoping, que te daba la bienvenida con unas piernas y un teléfono clásico como esculturas colgando del techo, y las escaleras mecánicas funcionaban con un mecanismo engranado a la vista, que nos encantó.

Pudimos apreciar que en general que los precios de ropa y objetos son más o menos iguales que en ciudades de España, pero la comida y los parkings y parquímetros son bastante más baratos, por ejemplo algo que comprobamos al día siguiente con casi ocho horas y menos de diez euros, en un parking subterráneo en el centro de la ciudad.

Al día siguiente como decíamos, Miércoles es cuando decidimos pasar la mayor parte del tiempo en Porto.

Recorriendo sus calles pasamos por el Mercado de Porto, Sucess, donde se come divinamente a precios muy asequibles, tú pides en cualquiera de los establecimientos colocados como en una feria o un mercadillo, puestecitos, y te lo puedes comer sentado en cualquier otra parte del recinto, dos personas cinco cosas por poco mas de diez euros y no nos quedamos con mucha hambre.

La verdad era un edificio moderno, grande, y con una sección de escritorio alto con cargas de puertos usb para quien conectar sus dispositivos, y que nos vino muy bien ya que casi estábamos sin batería.

Para bajar un poco la comida y que no nos entrara las ganas de echarnos una buena siestecica, caminamos bastante hasta el Jardín Botánico, gratuito, donde había una gran variedad de árboles y plantas muy internacionales y estuvimos a punto de llevarnos un par de gallos que nos seguían, por momentos uno parecía estar en el desierto lleno de espinas, y a la vuelta de la esquina estaba en una villa toscana o en un paraje de la Grecia clásica, o en el bosque, y con unos gallos y gallinas que querían que les adoptáramos porque nos seguían a todas partes.

Y ya para rematar lo que quedaba de luz uno de los platos fuertes de Porto, la visita al cementerio.

Enorme, majestuoso con un respeto a los difuntos fuera de lo común, no se hicieron muchas fotos ni videos porque no nos gusta coger nombres de difuntos, pero es un lugar que da mucha tristeza y sobrecoge el alma, que el 99 por ciento eran mausoléos con una atención al detalle mas allá del cariño, y el amor, ademas coincidió que a la salida nos encontramos con un entierro real, y eso nos puso peor cuerpo todavía.

Prácticamente todas las tumbas, los nichos, con fotos, detalles escultóricos y arquitectónicos a un nivel muy meticuloso, todo muy bien cuidado, vimos a varias personas que habían ido a visitar a sus seres queridos, hay bancos en las avenidas principales de ese cementerio y ahí también había una señora leyendo.

La gran mayoría está en muy buen estado, el suelo, hay un tercio en el que había obreros trabajando para dejarlo igual de bonito que el resto, pero las tumbas y los nichos en sí estaban en un estado inmejorable. Y muchos databa desde 1800, vimos algún que otro apellido español, pero también alemanes austríacos, franceses e incluso algún apellido asiático.

Fue un momento que nos sobrecogió el corazón.

En general los aseos de los sitios están impecables, son bonitos tienen grifería inteligente que pasas la mano por debajo y suelta el agua y al lado en el mismo tubo pasas la mano por debajo y también te seca las manicas.

Y he tenido la suerte de que siempre ha habido papel, lo que se agradece porque una vez de vuelta en España, en las paradas que hicimos los baños de varias gasolineras no tenían papel higiénico, y claro, una que normalmente suele tener pañuelos de papel en el bolso, sino… malamente.

En Oporto los taxis tienen unas lineas de un verde turquesa mate o apagado muy bonico, elegante y moderno conjuntado con el negro.

Al estar el centro en obras para mejoras del metro, está todo muy cortado pero aún así pudimos ver parte del encendido nocturno del centro, es acogedor, ponen puntos de luz con un poco de alcance pero no está hecho para que te deslumbre y te quedes ciego.

No pudimos ver la Librería Lello porque la fila daba dos vueltas a la manzana, en su defecto vimos varias edificaciones singulares que nos llamaron la atención **** y una catedral a lo alto de un cerro coronando la ciudad.

Oporto en sí es una mezcla entre lo que esperaríamos de construcciones de playa, pongamos de lo que estamos acostumbrados en España en ese aspecto, y la grandiosidad de la zona de monumentos, casco antiguo pero a lo ancho, incluso por las callejuelas está vez sí caben coches de una forma que no da miedo.

Las gentes muy amables, cordiales, y muy orgullosos de los extranjeros portugueses, ha habido el mismo número de negros y mestizos por todas partes que de blancos caucásicos.

La primera vez que me hablan directamente a mí como si yo fuera a comprender más y mejor, como si yo fuera una portuguesa más, la primera vez que al que miran un poco diferente y con extrañeza es al blanco español.

El idioma si lo hablan despacio uno puede entenderlo pero si van a su velocidad es una mezcla entre catalán, valenciano y rumano, eso sí la música de la radio portuguesa nos ha encantado, descubrir que se escucha diferente estilo musical en la radio nos pareció muy grato, pop que no conocíamos, rock que nunca habíamos escuchado, y todo siempre con un toque originario, kizomba y música africana.

A la mañana siguiente, nos duchamos y cogimos rumbo de vuelta a casa, no queríamos que se nos hiciera muy de noche con la lluvia y el viento que decían que iba a hacer esa semana.

Dicho y hecho, a la vuelta íbamos con el corazon en un puño porque nos diluvió, más bien era el diluvio universal con tsunami y tornado; se formaban balsas de agua en la carretera, y en un momento tuvimos que parar por eso, en una Gasolinera, hasta que escampó un poco.

Una vez entrados en España, ya Twister desapareció, y sólo quedó viento, bastante viento, pero casi nada de agua celestial.

Esta vez escogimos ir por otro lado, teníamos muchas ganas de conocer aunque fuera de paso, Salamanca, y ahí que fuimos; poco a poco la intensidad de la meteorología iba disminuyendo pero fue poner un pie ahí y otra vez un viento de mil demonios y con cada minuto que pasábamos ahí empeoraba aquello que daba gusto, bueno, gusto no, frío y miedito, la verdad.

Aún así nos inmiscuimos para ver la Biblioteca, curiosamente había muchísima gente de paseo y turisteo por ahí.

También estuvimos en la iglesia y capilla de los dominicos.

Y la guinda del pastel, el Museo del Automóvil que me encantó, acabé más enamorada de lo que estaba, me sentí un poco pija, un poco famosa y un poco coartada.

Un recorrido que parecía pequeño, pero resultó ser enorme, coches de todas las épocas, clásicos, más clásicos, futuristas, postmodernos, Cadilacs de película, HispanoSiuzas.

Estar ahí no sólo nos resguardó del temporal, sino que hice una regresión a la pubertad, cuando recortaba las fotos de Audis de las revistas y las pegaba con celo en mi habitación; a cuando me pasaba horas hablando con mi maravillosa mejor amiga de que se iba a comprar un Pinin Farina, y la foto del coche de la peli ‘I, Robot’ en la puerta de mi cuarto.

Aún así y con todo al final nos llovió poco en España y tardamos siete horas, volvimos al poquito de anochecer.

En definitiva un viaje bueno, bonito y barato, muy recomendable, Salamanca nos robó el corazón y definitivamente nos encantaría volver tanto a un sitio como al otro.

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