
Continuo y termino el repaso a aquellos libros que más me han marcado a lo largo de mi vida como el lector, y que han formado a mi yo escritor de hoy.
El asesinato de Roger Ackroyd, de Agatha Christie.
Injustamente denostada hoy día como una escritora clásica superada por sus sucesores en el género, Agatha Christie fue una gran innovadora de la novela de detectives, a la que prácticamente dio forma.
Bien fuera presentado un misterio sin detective en «Diez negritos´´ o jugando con las expectativas del lector, Christie siempre buscó formulas para lograr que sus historias no dejaran al lector cómodamente sentado y con un misterio resuelto al terminar, sino que perduraran más allá de la última página.
Con «El asesinato de Roger Ackroyd´´ no solo presentó al mundo a uno de sus más famosos personajes, el detective Hércules Poirot, sino que presentó un misterio cuya resolución sacudió los cimientos de la novela y sus posibilidades narrativas.
En una primera lectura, esta obra funciona como una adictiva historia de misterio. Pero en la relectura, conociendo ya el desenlace, se descubre como una reflexión sobre los narradores en la literatura y la fiabilidad (o no) de estos.
El talento de Mr. Ripley, de Patricia Highsmith
De entre todos los personajes ambiguos tanto en lo moral como en lo sexual salidos de la pluma de esta magnífica escritora, Tom Ripley es sin duda uno de los más memorables.
En esta primera entrega de la saga de novelas dedicada a él, Venecia se convierte en el soleado escenario de una intriga que incluye crímenes, suplantación de identidades y las mentiras constantes de un personaje en perpetua huida hacia adelante.
Al colocarnos en el punto de vista del criminal, Highsmith nos enfrenta con una incómoda pregunta: ¿hasta qué punto estaríamos dispuestos a llegar para convertirnos en otra persona?
Tokyo Blues, de Haruki Murakami
Este escritor es para mí el maestro de los tiempos muertos.
En una época en la que la novela, entendida en un sentido puramente comercial, se centra en crear historias frenéticas donde todo lo superfluo se elimina, Murakami ha creado su propia voz centrándose en aquello que otros dejan fuera.
Las vidas vacías, los momentos insignificantes que sin embargo permanecen en la memoria por su extraña poesía y los personajes en apariencia grises y anodinos pueblan sus historias, de entre las cuales «Tokyo Blues´´ es una de las más hermosas.
La historia de los amores de juventud del protagonista permite al autor hacer un retrato de Japón en un momento donde la crisis económica lo había convertido en un país sin futuro. Al mismo tiempo, es un triste pero bello retrato de la vidas perdidas que quedan en los márgenes de la historia.
Dune, de Frank Herbert
Una de las obras capitales de la ciencia ficción en su vertiente más aventurera y fantástica.
Además de ser un ejercicio de imaginación desbordante que invita al lector a un mundo poblado por hechiceras, gusanos de arena y tribus nómadas del desierto, «Dune´´ se alza como una obra más madura y compleja que aquellas que la precedieron.
En sus personajes el lector no encontrará una división maniquea entre el bien y el mal, sino distintas facciones enfrentadas por el poder y que pudieron haber sido una inspiración para obras más moralmente complejas como «Juego de Tronos´´.
Bestiario, de Julio Cortázar
Leer a este escritor, al igual que sucede con Juan José Millas, supone adentrarse de la mano de su prosa en un mundo a medio camino entre lo real y lo fantástico, donde cualquier parecido con nuestro mundo es una inquietante coincidencia y donde lo extraño acecha tras cada esquina.
Podría haber seleccionado cualquiera de sus obras, pero esta es un perfecto ejemplo de la maestría del autor en un género que manejaba como nadie: el cuento corto.
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