Según internet ponía que había un 70 por cierto de probabilidades de que a partir de las 17:00 de la tarde empezara a llover ése sábado.
Y se supone que se tarda aproximadamente 50 minutos.
Las temperaturas vaticinaban frías también.

Se efectuó la salida sobre las doce y media del mediodía, depósito del combustible del coche a tres cuartos cargado.

Escuchando música, con un manto de nubes bien formadas por las que quería asomarse el sol, y se colaban unos rayos de luz aún en ese cielo despejado.
Más bien clareado, nítido. Entrando se formó tráfico, parece que ése día todo el mundo había elegido ése lugar para pasar la velada.
Aparcamos al filo de un pequeño paraje que daba al río después de ejercer como patio trasero al aire libre de las casas que había por ahí.

Por dónde dimos nuestro primer paseo, escuchamos al otro lado voces y risas de infantes.

Teníamos que haber llevado agua y algunos sándwiches, algo que aconsejamos y que normalmente solemos hacer en nuestros Periplos pero ésta no fue una de esas ocasiones, por las horas que eran ya hacía falta un refrigerio.
Así que en una de las calles principales encontramos un bazar asiático y un par de supermercados, conclusión, los precios son un poquito caros pero dentro de la media de Madrid.
Pasamos por el museo Picasso, que estaba cerrado y al lado estaban haciendo remodelación para ampliarlo y modernizarlo.
En Buitrago de Lozoya se lleva eso de vender casas o edificios maltrechos por el tiempo pero con un gran valor histórico arquitectónico, para remodelarlo y darle una nueva vida sacando buen provecho de su pasado.
Una iniciativa que puede traer beneficios económicos y que a la vez honra a los antepasados, un trato con el que todas las partes ceden un poco y salen ganando.
Para hacer el fresco que hacía había bastante gente en sus calles, paseando, incluso nos encontramos un grupo haciendo senderismo a su paso por el pueblo.
Nos subimos a una muralla con el río a sus pies, patos, puentes medievales, castillos, iglesias y hasta un laberinto que nos aventuramos a atravesar.
Llegando sanos y salvos al otro lado.
No se nos hizo muy grande, aunque obviamente no pasamos por todos los rincones, pero sí que da la sensación de un pueblo de los de antaño, muchas veces con sus aceras pequeñas y sus cuestas empinadas.
Todo el pueblo parece llevarte a un solo sitio, indicándote el río y el castillo. Los establecimientos comerciales que más hay son bares, cafeterías, y supermercados. Todo lo demás son casas bajas y lugares de interés turístico.
Muchas aceras peatonales…caminos empedrados… Muchos edificios antiguos, de siglos pasados en ruinas, derrumbándose, restaurándose, sobre todo piedra y roca como protagonistas de casi todas las construcciones.




Entramos en varios establecimientos hosteleros que descubrimos alegremente dispensados por personas de facciones latinoamericanas.
Tiene un estilo medieval, tiene unas vistas muy bonitas, adornado con varios puentes…, a destacar el río…, la zona de bares con terrazas…, varias plazas… hasta un laberinto.





No ha importado mucho el frío que ha hecho, porque en general ha sido agradable. Con un abrigo y algo para el cuello vale.
Nos encontramos sin darnos cuenta rascando los últimos resquicios de calor, vestigios de solecito de ese día. No llegó a llover, y eso que fuimos concienzados para ello.
El Otoño nos encanta, y cuando la economía aprieta hay lugares con encanto cercanos a los que ir.
Entre ellos Buitrago de Lozoya, Torrelaguna, o La Cabrera donde nos colamos a la vuelta y nos topamos con las fiestas del pueblo, un mini mercadillo y una buena garacha.

En breves tendréis el vídeo en Youtube.
Feliz Otoño Hybrids!
























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