Periplos. SEVILLA

De Cordoba a Sevilla, de un cielo totalmente azul y despejado, un manto de niebla aparece de la nada, montañas que cautivan realizándose una suave transición entre las nubes a su alto.

No se sabe cuando acaba una y empieza la otra.

Mediados de Septiembre de 2023. En Madrid las máximas iban a estar entre 20-25 grados, saliendo un día entresemana a las nueve de la mañana, una un poco fría.

Ése día en ese determinado punto en el que la niebla sale de la nada, de repente golpea la humedad, y a partir de ahí las vistas empiezan a llenarse de palmeras que se cuelan entre el resto de follaje.

Molinos de vientos, torreones convertidos en restaurantes, más paneles solares de lo esperado, y séquito de ocho o nueve motocicleros de la Guardia Civil por Castilla La Mancha. Éso a la ida.

Fue precioso ver el cielo pasado por nieve.

En los campos de secano había casetas cada pocos metros, unas más medievales, otras más modernas, es un bonito espectáculo de diseño rural, en unas parecía que podía vivir alguien, otras se veía que sólo son para guardar las herramientas de trabajo, aperos.

Se vio mucha gente trabajando la tierra, mucho movimiento de regadío y curiosamente también varias obras en el campo de los Llanos del Caudillo.

Parece que por aquí los agricultores y las alcaldías invierten en su labor, fomentan ése sector.

En los parajes de las carreteras cambiamos al toro de Osborne por un señor y su guitarra.

La entrada a Jaén preciosa, montañas rocosas llenas de verde, verde bonito, cuidado, con mimo.

Hay pasajes, como la Hacienda La Trinidad, que es de las primeras veces que se han visto esas haciendas típicas con la casa señorial donde los esclavos trabajaban, sobre todo en el medievo. Una entrada con arco, casa señoriales algunas con columnas, y al frente, o hacia atrás, pero sobre todo a los lados hectáreas de olivos, y diversas plantaciones.

Y empiezan a aparecer algunos nombres árabes en los carteles, por ahí se cuelan la herencia de la convivencia cultural.

Y en mitad del verde sano, llanos de trigo que parecen desierto.

Con algún que otro monte urbanizable.

Sevilla en verdad tiene un color especial, y para ser finales de septiembre también un calor distintivo, no es feo.

Mucho patinete eléctrico. Mucho motero. Mucha gente de estilo informal, urbano, deportivo.

La primera impresión desde el alojamiento es que no se toman muy enserio el exterior de los edificios,

y que el mantenimiento de los hoteles y apartamentos de tres estrellas lo llevan de aquella manera.

No es una ciudad muy iluminada por la noche, que es calmada, y donde despuntan las canciones de algunas discotecas.

Hay como torres arquitectónicas desperdigadas por la ciudad muy cercanas las unas de las otras.

Y huele a caballo.

En la zona principal turística no hay muchos bancos para sentarse y descansar, está pensado para que sean sitios de paso, y circule la gente.

En plena ciudad los baños portatiles de pago no cuestan muy caro, 60 cnts.

En la Plaza de España un paseo de 35 minutos en barca, son 6 euros, q tampoco está nada mal.

Y los precios para menús x 8 euros.

Algunos sitios q tenían bastantes cosas muy apetitosas y elaboradas a 4, 3, euros, nada más y nada menos.

Al final las máximas en Sevilla fueron de 35 grados centígrados. Y las noches bastante agradables para pasear.

Algo positivo de Sevilla es que está llena de pequeñas calles peatonales en las que apenas caben dos personas, lo bueno de eso es que hay sombra, y muy poca gente, se puede pasear; lo malo, que es muy fácil perderse, y que un coche no pasa.

Algo que también gustó mucho fue que por todas partes hay torres, minaretes y arcos con colores llamativos en cualquier tipo de edificación, no se sabe si es un banco o es un museo.

Paseando uno puede apreciar la belleza de los carros de caballo, policías a caballo, bicicletas, monopatines normales, patinetes eléctricos, patines eléctricos sin manos, todos en las inmensas avenidas, bulevares, glorietas gigantescas, millones de puentes, que hay por toda la ciudad.

Una cantidad extremadamente alta de puentes por metro cuadrado, y muy detallados arquitectónicamente.

El tráfico es un poco denso, la gente no aprecia a los conductores, ni saben lo que es un intermitente, todos conducen más o menos igual de mal.

Lo que es el aparcamiento con coche, eso como en todos los lados, imposible, para empezar, no cabe ni el coche en las calles céntricas de Sevilla, ni tres peatones en línea.

No se han apreciado muchos locales vacíos, ni en venta ni en alquiler.

Curiosamente el acento andaluz, sevillano, apenas se ha oído.

No hay demasiados bazares asiáticos e indios, y ni hablar de tiendas de otros lugares de Europa o del mundo.

Algún restaurante mexicano, y poco más. Aunque se nota, se respira una convivencia cultural que da ganas de quedarse y ver, aprender, más.

Hay cajeros automáticos incorporados en los propios restaurantes y cafeterías, integrados en la construcción propia de los locales, mimetizados y casi pasando desapercibidos.

Se pasaron por varios centros comerciales, tres a recordar en concreto, uno cerca del hotel, hospedaje que estaba bastante lejos del centro de la ciudad, según el móvil a 20 minutos en coche, y a alrededor de 1 hora caminando.

Bueno, ese primer centro comercial era pequeño y había pocos establecimientos abiertos, y la parte de arriba de la terraza que apuntaba unas vistas increíbles, desgraciadamente lo tenían cerrado, era un Komodoro creo recordar, precios normales y los ñokis tenían poca sal y poca salsa, pero era nuestra primera tarde.

Ya que salimos a las nueve de la mañana y llegamos a las dos y pico de la tarde al hotel, fue dejar las cosas en ese característico apartahotel sin derecho a piscina, pero con buen aparcamiento en los alrededores, e ir paseando para ver un poco el entorno del hotel.

Parecía ser una zona de locales de puffs, y restaurantes nocturnos, a los que por desgracia no llegamos a adentrarnos.

Teníamos muchas ganas y mucha prisa por conocer el centro, por lo que aparcamos cerca de un puente, y por la noche fuimos caminando todo lo que pudimos.

Llegando a otro centro comercial de tamaño grande y a la vez muy de andar por casa, donde compramos algo para picar y cenar en el súper del interior, para terminar cenando en el apartamento.

Viendo la televisión y hablando de las primeras impresiones.

A pesar de prometer lo contrario la cama era bastante cómoda, dormimos de lujo.

A la mañana siguiente con música rock a todo trapo nos duchamos y arreglamos para seguir descubriendo ésta desafiante ciudad de día, llegando a sitios a los que no habíamos arrivado aún. Ése fue el día que más se anduvo, y acabamos en la plaza de las setas.

Unas noches con una temperatura perfecta, un frescor muy agradable, de ese que no quieres ponerte chaqueta, pero la tienes en el coche por si acaso.

Muchos autobuses con muy buena frecuencia, y el metro ligero también muy bonito con paneles gigantes en sus paredes exteriores.

El último día fuimos cerca de la Torre Sevilla, con un centro comercial bastante grande, y muy pensado para deslumbrar visualmente, de buena calidad también y ése fue el día que con el coche ni cupimos en las entresijadas calles peatonales, queriendo ver la Giralda por última vez, pasamos por el mercado de Triana, vimos un poco de los alrededores de fuera de la parte turística, y vuelta al hotel.

La vuelta, por unas carreteras secundarias con un asfalto en mal estado con unos socavones como mi cabeza de grandes, que iba el coche bailando sevillanas, pero eso sí, que permiten ver pueblos como Carmona, Marchena que también tienen su encantito.

Una puesta de sol aderezada con un buen rebaño de cabras y ovejas.

Desde Jaén por un lado de la carretera sólo se ven polígonos, estaciones de servicio y prostíbulos.

Hay muchos clubes de prostitución, que por la noche se transforman en un derroche de luces estrogoscópicas, unas más formales y romanticonas y otras más al lío, y corazones de neón entre otras, ataviados de nombres muy cucos, incluso el de la propia Dulcinea del Toboso.

Un espectáculo de lo más curioso cuando no se distingue prácticamente nada más.

Para haber pasado solo tres días ha sido un periplo de lo más diverso. Encontraréis más en nuestro video al respecto, en el canal de YouTube. Desde luego una ciudad para volver.

La vuelta a casa entre un manto de estrellas como despedida de ésta sentida ciudad.

Sevilla, y sobre todo la parte de las setas, rezuma vida, arte y gentes.

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