Crujo de día, necesitaba respirar viento, agua, sol… Recorrer calles a ritmo de la nada como si fuera yo un barco, un navegante que recorre miradas, templando el cielo verde sobre sueños en forma de poesía con olor a vida. Y en Madrid, en este momento, me invadía el día a día.
Recuerdo que el viaje vino de la magia, ploff… Había una reserva en el hostal que quería en esa misma semana, y plufff, en unas horas era mía.
Salgo de mi catcueva directo al trabajo para después de este salir dirección Garganta la Olla, sobre las 16 y 30 nos recoge una simpática chica que no para de sonreír, y mi compañera de viaje y ella no paran de charlar amigablemente, es entonces cuando yo me medio escondo en el sillón, agobiado de tanta palabra ¿Se puede hablar más? Yo que intento ser cauto pues no conozco al conductor (vamos en bla bla car), pero resulta que la chica es un sol.
Llegamos sobre las 18 y 45. El hostal es muy normalito, me doy cuenta de que apenas sale agua de la ducha, pero bueno, son dos días.
También os cuento que Garganta la Olla es el pueblo de mi padre, tendrá unos 1000 habitantes, casi todo el mundo bastante mayor, todos muy bonachones, amigables, aunque los hombres bastante toscos en general, y las mujeres normalmente bastante preguntonas. Resulta que allí todo el mundo se conoce. Total, que se me ocurre contar a la del hostal quién es mi padre (muy cuco yo), y resulta que su sobrino está de novio con mi prima (jejeje=).
Bueno, al poco de acomodarnos fuimos a ver a mis familiares, los cuales nos reciben con una sonrisa de oreja a oreja. Es entonces, cuando empieza lo maravilloso, y es que descubrimos (bueno, yo lo recuerdo) ¡Lo bien que se come allí! Sopa castellana, panceta (de verdad), huevos de corral, queso de oveja, gambas al ajillo y los días siguientes fueron igual de deliciosos, ¡Total nada!
Al día siguiente nos recorrimos unos cuatro km para bañarme (y mi amiga mirar cómo me baño) en unas piscinas naturales en donde el agua estaba deliciosamente fría, con una temperatura ideal, respirando aire limpio, y con la sensación de ser libre.
Los paisajes una pasada, casi se puede saludar a duendes, hadas, y demás especímenes de la vida (entender que quiero decir que ese sitio tiene magia).
Bueno, llega el domingo, con lo que toca volver a Madrid, nos recoge la misma chica de la ida, al haber buena onda nos dice que se vuelve el domingo, y como nosotros nos volvíamos el domingo pues nos volvimos con ella, así que, sobre las 16:45 nos pusimos de camino.
Totalmente recomendable Cáceres para quién le gusta respirar, descansar, etc. Poco recomendable para los fiesteros.
Cómo dijo mi amiga, Garganta es un pueblo, pueblo… Vamos, para mí mi joyita dorada.
¡Un abrazo!


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