Hacía años que no la veía, y he de decir que para ser septiembre hizo un día de lo más veraniego para un reencuentro tan esperado.
A pesar del poco tiempo del que disponíamos me inundó la calidez de su grata presencia, toda ella en sí hizo que el día fuera mucho más radiante.
Allí estaba ella segura de sí misma, pisando fuerte con sus cuñas en un terreno pedregoso, curiosamente había pocas personas en el páramo que escogimos.
Ella como siempre desbordaba brillantez, y así con su melodiosa voz pasamos ese poco tiempo juntas de nuevo.
La conocí más y mejor que todos nuestros años de contacto, y yo no podía hacer más que escucharla con admiración, intentando estar a la altura de esa mujer coraje.
No os podéis perder esta inquebrantable vida que nos recuerda que a la hora de la verdad lo importante son esas personas fenomenales del día a día, solo que esta vez no queremos que sean anónimas, porque para mí y para muchas personas de su vida no lo es en absoluto.
Es una de las personas más valientes y honestas que he conocido, y transmite una sensación de solidez sorprendentemente hogareña.
Y no queda nada más que agradecer el haberme puesto en su camino en varios momento de nuestras vidas y todos esos pequeños grandes momentos que hemos compartido.
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