Cortos de Tinta: Lana Negra

Egipto – año 3400 a. C.

Esta mañana me desperté antes de que saliera el sol, las ovejas y demás animales todavía seguían durmiendo, por no decir que los ronquidos de mi hermano Bakari sonaban en toda la casa. No lograba conciliar el sueño por una extraña sensación que me invadía todo el cuerpo. 

Cuando salió el sol todos empezaron a movilizarse. Desayunamos lo poco que teníamos, gracias a nuestras ovejas no pasábamos demasiada hambre, aunque tampoco nos sobraba comida. 

Ayudé a Bakari a separar las ovejas que faltaban por esquilar para que las demás pudieran ir a pastar. Esquilar a las ovejas es un trabajo fácil, pero no se porque, él siempre terminaba estropeando la lana.

Las ovejas pastaban hasta la tarde, así que le prepare un poco de pan y cerveza, eso sería suficiente para pasar todo el día.

Después de ordeñar a las ovejas para hacer queso y cuando sólo me faltaban por esquilar tres, los animales empezaron agitarse. Salí corriendo del redil para ver qué era y me encontré enfrente a siete hombres a camello. Por sus vestimentas eran de la corte real del faraón. Me gritaron: «En nombre del faraón, dentro de tres días, requisaremos todas las ovejas blancas de la región. Y si hay alguien que se oponga, se le castigará con pena de muerte por obstruir al crecimientos y evolución del imperio“. Solo pude mirar como se marchaban. Ese día pasó muy lento.

Cuando mi hermano llegó, me dijo muy orgulloso que había pescado tres peces enormes y los puso encima de la mesa manchándola toda. En otras circunstancias me habría alegrado mucho, pues esos tres peces nos darían de comer por lo menos una semana. 

Con el anzuelo se había hecho una herida en la pierna y empezaba a hincharse, así que le dije que se lavara bien la herida y que yo le prepararía el ungüento que nuestra abuela me enseñó para desinfectar y cicatrizar heridas. Nuestra casa estaba rodeada de unos arbustos que sus hojas, frutos y flores servían para prepararlo.

Cuando ya lo tenía listo entré en la habitación donde mi hermano se encontraba quejándose. No era raro que Bakari dejara tirada la ropa que se quitaba por el suelo, así que al pasar me tropecé con una de sus prendas y caí esparciendo la mezcla por el suelo y por mi cuerpo.

Me eché a llorar sin ninguna explicación.

Bakari se quedó callado mirándome mientras me decidía a contarle lo que había pasado esta mañana. Él me abrazo hasta que me tranquilicé, como siempre, me hizo sentir que juntos, todo saldría bien. Empezó a reírse a propósito, él sabía que así yo me reiría y terminaríamos los dos riendo sin saber porque. Después de curarle y vendarle la herida fuimos a cenar. Esa noche comimos pescado mientras Bakari comentaba nuestra situación: “No lograremos sobrevivir si nos quitan todas nuestras ovejas, no siempre tenemos la suerte de tener pescado“, “pues tendremos que apañarnos sin ellas“ le dije yo, “o ¿Se te ocurre algo mejor?“. Ahí terminó la conversación.

Después de la cena decidí asearme y observé que en mi pelo tenía todavía algo de ungüento. Al quitármelo, repare que mi color claro se había vuelto oscuro, por mucho que lo lavaba insistentemente el color no se iba así que lo dejé por perdido. Esta noche me dormí antes de lo que esperaba, despertándome a las pocas horas teniendo la solución a todos nuestros problemas. ¿si el ungüento tiñe mi pelo, porque no el de las ovejas?

Pasados los dos días, todas las ovejas eran oscuras, con lo que, a la llegada de los hombres del faraón, no se llevaron ninguna.

Al poco tiempo decidimos llevarle nuestro descubrimiento al faraón, que tras muchas demostraciones, nos nombró encargados del nuevo cultivo de Henna del faraón. 

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