Valencia y Alicante.

Los hay que cuando viajamos, podemos tomar la decisión al tuntún, pero miramos bien el alojamiento, estructuramos un presupuesto, el transporte o si el viaje va a ser más cultural u orientado al ocio, etc….

Bueno, pues ésta vez no fue el caso.

Nunca había abordado un viaje sin organizarlo, pero me atreví.
Lo que significó salir sin apenas haber dormido, no tener reservado un sitio donde dormir en el destino, terminar en un lugar turístico que no es del todo el que más me gusta para estas cosas de las vacaciones.
Y por supuesto no llevar suficiente toallas ni sombrilla, ni neverita, ni sillitas, ni protector solar, vamos, lo típico que suele llevar la gente, que sólo de verlos uno se cansa.
Por el camino surgieron dos aspectos, dicen que en España no hay suficientes casas para que mucha más gente las habite de forma normal, pues uno cuando sale de Madrid le da la sensación de que esa parte que no es de regadío ni agricultora, etc, esa parte que es campo sin definir podría servir para construir más casas.
Pero entonces me asaltó otra reflexión, no sólo se trata de construir casas (lo que daría trabajo al sector obrero) sino que habría que ponerlos a un precio bastante más asequible para que la gente se piense estar así de lejos de la ciudad.


También habría que habilitar por lo menos una línea de autobús regular, (no de esas que pasan una vez por la mañana, una por la tarde y una por la noche, y si no te da tiempo a cogerlos te jodes y te aguantas).
Por no hablar de que habría que poner varias cosas, una escuela, una gasolinera, un supermercado, alguna tienda artesana, darles cabida a las pequeñas empresas, una discoteca, bares, y algún cine, alguna cosilla de entretenimiento básicamente.
Con iniciativas así se podría solucionar el problema de la España vaciada.
El siguiente planteamiento apareció al pasar junto a un campo de jornaleros, negros, y fue inevitable desde la comodidad del aire acondicionado, darnos cuenta del calor que ellos estaban sufriendo en sus carnes.
Y preguntarnos: si tendrían vacaciones, cuantas horas al día trabajarían, si tendrían suficientes descansos, si podrían hacer sus necesidades o hidratarse sin que les llamaran la atención o dónde viven (porque si se urbanizaran los campos de la nada que tienen a dos kms a lo mejor sería una buena opción, en vez de tener que trasladarse desde otras partes de la ciudad lejanas para llegar a su lugar de trabajo).
Se queda uno con un sabor de boca agridulce, porque aunque esté estipulado en algún convenio laboral del sector que les toca, uno no puede evitar preguntarse cuánto de eso se cumple.
Vienen a la mente noticias como la de aquel jornalero inconsciente o fallecido, que el jefe dejó tirado a las puertas de un hospital y se fue. Y a ese le acercaron a un lugar donde podrían ayudarle, pero cuántos habrá que ni eso.
Por estos dos motivos sobre todo se está escribiendo este artículo, a veces, desde uno mismo, parece que hay que pensar en estas cosas y hay que decirlas en algún sitio.
Porque son pensamientos que todos tenemos, pero no siempre disponemos de un espacio donde escribirlos y compartirlos.
Después de éstas elucubraciones a uno le entran ganas de agradecer y aprovechar bien el tiempo y sus momentos, por lo afortunad@ que puede ser en algunos aspectos de su vida.
Lo que nos llevó a recorrer ocho playas en dos días, seis en un día (el mismo día en el que llegamos) y dos al día siguiente.
Aún sin esperar que quedaran habitaciones libres de hoteles en estas fechas y en la playa, se decidió, o volver a Madrid por la noche o dormir en el coche (idea que se me ocurrió y que no me importaba llevar a cabo como una última opción) ya que después del día que llevábamos yo personalmente me negaba a volver esa misma noche, volver sin descansar absolutamente nada ya es pasarse de ir a la aventura para mí.
Y para los que el calor nos aplatana, que el sol nos irrita el estado de ánimo, y que no somos muy de aglomeraciones de multitudes, no parece un buen plan irse a la playa en Junio, que ya empieza la temporada de verano, y en efecto se hizo raro.
Ya de noche, paseando nos encontramos con varios hospedajes y por si acaso preguntamos, imaginaros la sorpresa al descubrir un sitito para pasar la noche.
Y así y con todo hubo momentos increíblemente bonitos como un entrañable señor mayor que cantaba con tablas andaluzas y que al elogiarle y hablar con él tenía acento catalán e hizo que nuestra hora de comida fuera muy tierna, como de abuelo que te cuenta que fue uno de los primeros cantautores que vino a Valencia e hizo un montón de giras, y tan contento como un espejismo, se fue montando en su bicicleta retro vintage, que parecía tener en sus pedales más historias increíbles.
Hablamos de momentos también inolvidables como el artista callejero HV SILHOUTTTE que nos hizo un detallado retrato super divertido de una manera muy caracteristica.
Así que aparte de lo dicho anteriormente, lo que se queda en la retina es el paisaje. Esa vista, ya sabéis cual os digo, todos los que habéis estado de viaje en la playa sabéis a qué me refiero.






















Deja un comentario