PERIPLOS: Aranjuez

Hoy vengo a contaros mis peripecias por una de las ciudades más bonitas de la Comunidad de Madrid, Aranjuez. De esta visita saqué varias moralejas, las cuales os voy a transmitir a través de consejos a lo largo de esta narración.

Uno de los mayores atractivos de la ciudad es el Palacio Real y es que aquí disfrutaban parte de su tiempo los Reyes ya desde tiempos de los Reyes Católicos, aunque por entonces era lugar más bien de descanso y de caza. Sería en tiempos de Felipe II cuando se construye un palacio, que posteriormente sería remodelado por otros monarcas, gracias a lo cual tenemos el edificio que ha llegado a día de hoy.

Para ganar tiempo compré las entradas por internet, incluyendo visita guiada. Estas visitas son a unas horas establecidas, en mi caso, a las 10:30 de la mañana. Actualmente estoy viviendo en Toledo, así que la manera más cómoda de llegar es en coche. Aquí viene el consejo nº1: cuidado con ir en coche un sábado por la mañana. Me topé de frente con el mercadillo semanal y con unas cuantas calles cortadas, por lo que me tocó callejear un poquillo. Como no quise arriesgarme más porque soy un pato al volante aparqué en el primer hueco que encontré, por si acaso, que estaba a 15 minutos andando del Palacio. No me importa caminar, de hecho me gusta, y lo prefiero mil veces a dar vueltas con el coche en una ciudad que además no conozco.

Acelero el paso para llegar con margen de tiempo al Palacio y cuando por fin llego me doy cuenta de que no tengo ni idea de dónde está la entrada. No exagero si os digo que estuve 15 minutos literalmente corriendo de un lado para el otro, llegando a preguntar hasta a tres guardas, pero entre los nervios y que ese día tenía la mente en otro planeta, no encontraba la entrada. Mi desesperación era máxima y casi tiro la toalla hasta que por fin di con ella a las 10:33, uniéndome al grupo in extremis, cuando ya se había puesto en marcha.

He de decir que la culpa no fue mía. La señalización es inexistente. Ni un cartelito, ni una flecha. Si os decidís a visitar algún día el Palacio de Aranjuez os ahorro los quebraderos de cabeza: la entrada no está en la “portada” del edificio, la que tiene unos brazos laterales que le dan esa típica forma en U. La entrada está en la crujía sur, bajo los arcos, por lo cual a mi parecer está bastante escondida.

Os deleitaría con imágenes de las lujosas estancias reales pero no se permite hacer fotografías, una pena. Tampoco os voy a explicar de una forma pormenorizada cada una de las habitaciones, hablando de la decoración, de sus usos, etc. Pensaréis que habiendo ido con una guía oficial de Patrimonio saldría con bastantes conocimientos sobre el palacio. Pues no. Y aquí es donde entra en juego el consejo nº2: no contratéis la visita guiada; al menos si todos los guías que tienen van a explicar lo mismo que nos explicaron a nosotros. Mejor una audioguía o limitarse a pasear por el palacio y leer las cartelas de las salas. Con esto puedo estar tirando piedras contra mi propio tejado, siendo yo guía cultural, pero me puede la sinceridad.

Aquella visita parecía una lectura de la lista de muebles, lámparas, cuadros y papeles pintados que decoran el palacio. Salí con un batiburrillo de nombres, fechas y reyes que al final no me enteré de nada. El grupo con el que iba era bastante preguntón, y con esto no quiero decir que sea algo negativo, todo lo contrario, pues gracias a esas preguntas la guía nos contaba curiosidades que eran mucho más interesantes que todo el guion que tenía preparado.

Estas experiencias me sirven profesionalmente para saber lo que no quiero ser al hacer una ruta guiada. Cuando trabajas para un público tienes que adaptarte a él, ponerte en su lugar, transmitir lo que crees que puede interesarles y también cómo lo transmites. No puedes limitarte a contar todos y cada uno de los datos porque el visitante al final no se queda con las fechas y muchas veces ni siquiera con los nombres. Se queda con hechos y curiosidades.

Seguimos con el consejo nº3: merece la pena dedicarle un día entero a Aranjuez. Visitar el palacio lleva su tiempo pero hay que dejar un buen hueco del día (por la noche están cerrados) para pasear por sus jardines y el casco antiguo, comer tranquilamente en uno de sus restaurantes o tomar unas cañas en alguna de las terracitas que encontrarás por las calles principales.

Hay dos grandes jardines: uno al norte, los Jardines de la Isla, y otro al este, el Jardín del Príncipe. Y aquí viene el consejo nº4, el último: la visita es mucho más agradable en primavera, tanto por el clima como por el disfrute de la naturaleza. De hecho, los reyes iban de un Palacio Real a otro dependiendo de las estaciones del año: La Granja en verano, El Escorial en otoño, invierno en el Palacio Real de Madrid y primavera en Aranjuez. Ahora en invierno los jardines se veían un poco más tristes al estar los árboles sin hojas.

Nada más salir del palacio nos encontramos con un pequeño jardín, el parterre, de época de Felipe V. Cuando Carlos II muere sin descendencia, sería Felipe V quien le sucedería, nuestro primer rey borbón, proveniente de Francia. Cuando llega a España no le gusta la estética de los palacios, pues estaba acostumbrado al gusto más refinado de Versalles (su abuelo era el mismísimo Luis XIV), de ahí que hiciera remodelaciones en las posesiones reales, incluidos los jardines. Algo muy importante de estos jardines es que se pudieran ver desde las habitaciones del rey, de ahí la ubicación de este parterre. Esto se ve más claramente en los jardines de La Granja, en Segovia.

Cruzando un puente sobre la ría llegamos al Jardín de la Isla, llamado así por estar rodeado de agua. Dispersas por el jardín nos encontraremos varias fuentes con dioses de la mitología grecolatina, motivos iconográficos muy habituales en aquel momento. Sin embargo, la más icónica de este jardín es la fuente del Espinario, cuya escultura original desde hace unos años está dentro del palacio, siendo por tanto la del exterior una copia. Se trata de un niño que está tratando de quitarse una espina que tiene clavada en el pie. La escultura original es de época helenística, pero se hicieron varias copias en bronce, de ahí que se puedan ver varias esculturas iguales en el mundo, como en Roma, en el Museo del Prado o aquí en Aranjuez.

Por otra parte tenemos el Jardín del Príncipe, el más grande de todos, creado a finales del siglo XVIII por Carlos IV cuando todavía era Príncipe de Asturias. A lo largo del mismo encontramos preciosas fuentes, como la de Narciso y de la Apolo, al igual que agradables rincones, como el Estanque de los Chinescos. También otras construcciones, como la Real Casa del Labrador, un palacete de recreo temporalmente cerrado debido a los destrozos causados por Filomena, y el Museo de Falúas, visita incluida en la entrada del Palacio Real. Aquí podremos encontrar las embarcaciones que usaban los Reyes cuando navegaban por el Tajo o incluso por el Estanque Grande del Retiro mientras los músicos los deleitaban con conciertos de música clásica.

Por último, merece la pena dar un paseo por la ciudad y ver, por ejemplo, la plaza del Ayuntamiento o la plaza de san Antonio, muy cerca del palacio y los jardines. Su nombre se debe a la iglesia de san Antonio, que anteriormente también fue usada como Capilla Real. Esta iglesia fue realizada en época de Fernando VI por el arquitecto italiano Santiago Bonavía, gracias al cual tenemos edificios barrocos al más puro estilo italiano, algo poco habitual en España. Asimismo, es de destacar en esta plaza, de enorme tamaño, por cierto, la preciosa fuente de Venus, también llamada la Mariblanca.

Mi vuelta a casa fue mucho más tranquila y el día terminó bastante mejor de lo que empezó. Sin duda el arte y la naturaleza apaciguan el alma.

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